«ELLA ES MI CHICA LUNAR…»
Algunas personas irrumpen en nuestra vida sin previo aviso. Hay quienes logran conmovernos y, algunos de ellos, son bautizados como artistas. El arte tiene eso que emociona y nos atraviesa el cuerpo (y el corazón). Por eso, para mí, está íntimamente ligado con el amor. Es probable que por mis años de estudio en comunicación, mi interés desde siempre por el arte y un trabajo final de carrera en un neuropsiquiátrico de Córdoba (un producto audiovisual que repasa una semana completa de los talleres intrahospitalarios dedicados a actividades artísticas y de expresión, en el marco del proceso de rehabilitación de pacientes agudos) el mundo (de colores) de Yayoi Kusama me resulte fascinante y estremecedor. Mi interés por ella llegó mucho tiempo atrás, antes de su acercamiento a Louis Vuitton para participar en sus diseños con una colección cápsula (aquí pueden repasarlo).
Los árboles, las paradas de colectivos y el frente del museo comenzaron a «yayoizarse» (si se admite el término) previamente.
Los árboles representan algo parecido a la libertad, al poder de expansión, al crecimiento. Hasta ellos llegan los lunares…una clara relación con la vida de Kusama.
«Vuelta por el universo» (de Yayoi Kusama)
Hay algo de hipnótico en sus lunares (o polka dots) que nos obliga a entrar en su mundo, avanzan sobre nosotros y se vuelve imposible salir. La disposición de un conjunto de cuadros en una pared que abarca desde la planta baja hasta el segundo piso del museo lo confirma. No podemos escapar ante tanta enormidad. Una primera comprensión para una artista que se vio atrapada en esa red, quien convirtió esa debilidad en su máxima fortaleza. El círculo, tan metafórico, de las obsesiones volvía a empezar. Una y mil veces. Y ella volvió a pintar. Una y mil veces.
La obsesión se traduce en una secuencia repetida. Obsesión que se materializa en falos (sexualidad) y en comida. Unas especies de garras y rostros, también, se sumergen en el infinito. En sus cuadros los ojos (casi con una función panóptica) junto a sus famosos lunares representan en nosotros la mirada ajena (o la propia) que nos señala, cuestiona y controla.
Una habitación del (auto) borramiento, de la disolución de los límites, donde lo real y lo imaginario se unen en el color. Ser, para ella, es posible al sumergirse en el imaginario que le permite volver al universo real.
Su filosofía de vida es su arte. Arte que vino a su rescate para sanarla, salvarla y amarla. Su increíble creatividad y genialidad (sí, es un genio) le permiten despersonalizarse y «hablar» a través de sus obras. Obras que reflejan su intensidad. Está claro, su singular visión de la vida es a través de puntos.
Kusama es provocadora, sobre todo, porque pudo salvarse a sí misma (a través de su arte) transgrediendo los propios límites de su universo posible.
¡Lindo lunes!
¡Muchos besos!
@cindecorazones
(Imágenes: propias. Las imágenes están sometidas a derecho de autor)